*Por Soledad Alonso
En medio de una crisis feroz, Milei nos lleva a un país donde las infancias no juegan con lo
que sueñan, sino con lo que pueden… o con lo que imaginan. Los juguetes están tan caros
que madres y padres no pueden comprarlos, no porque no quieran, sino porque el sueldo
no alcanza si es que todavía tienen trabajo. A muchos ya los despidieron, y a quienes
conservan su empleo, las paritarias les quedan por debajo de una inflación que no afloja.
Con los alimentos, los servicios y los alquileres por las nubes, un regalo se volvió un lujo
imposible.
La paradoja es evidente: para retroceder en derechos simbólicos sí hay tiempo y recursos;
para garantizar salud, acceso al ocio, cultura y futuro, no. En lugar de ocuparse de que cada
chico tenga un juguete en su día, el Gobierno se dedicó a retroceder del “Día de las
Infancias” al “Día del Niño”. Se preocupan en cambiar el nombre a la fecha en vez de
preocuparse de que esos pibes tengan un juguete para festejar. Mientras se cambian
palabras en el calendario, los hospitales pediátricos están en emergencia, las familias ven
cada vez más lejanas las vacaciones, los destinos turísticos se vacían y, por supuesto, cada
vez están más lejos de poder llevar un regalo a sus hijos e hijas. Para todo eso, dicen, “no
hay plata”.
Ahí entran los medios concentrados. Refuerzan este maquillaje con notas sobre “juguetes
económicos”, mostrando mazos de cartas diminutos como alternativa “creativa” o
explicando cómo celebrar “sin gastar”. Maquillan la pobreza y convierten la resignación en
una elección. No sería extraño que mañana nos vendan que imaginar un juguete “estimula
la creatividad” para ocultar lo obvio: la plata no alcanza y las infancias son las más
golpeadas.
No es nuevo. En tiempos de Macri ya se nos decía que si no podías viajar, “lo hicieras con
la mente”; que vivir en menos metros era “minimalismo”; que comer tierra tenía “beneficios”;
o que alquilar juguetes era una “tendencia ecológica”. Siempre el mismo libreto: negar la
crisis y disfrazar la falta de derechos de estilo de vida.
Hoy, el método es igual de cruel: marketing para tapar la pobreza y políticas que
profundizan la desigualdad. La pobreza no se combate con discursos vacíos ni tapas de
diario que la niegan, sino con trabajo digno, salarios que alcancen y derechos garantizados.
Un país que se vanagloria de cambiarle el nombre a una fecha mientras condena a sus
pibes a festejar sin juguetes, no es libre ni justo. El verdadero regalo para nuestras infancias
sería que puedan crecer con salud, educación, juegos y sueños cumplidos.
Ago 16